El sol me quemaba las pupilas rasgadas por la brisa marina. Todo estaba distinto; la casa, la arena, el mar, todo había cambiado... ¿Cómo era posible?,si sólo estuve dos meses fuera, el tiempo de comprar la autoestima gélida transportada desde la muerte de mis padres.
A pesar de todos los cambios me encontraba bien, estaba agusto, tranquilo...
Tenía la vista posada en la aureola luminosa producida por los neonatos rayos de sol en la superficie marina, cuando escuché una voz melodiosa e inolvidable. Mi tía Clara corría hasta donde yo me encontraba con los brazos abiertos, su rostro desprendía alegría y consuelo. Sus pies produjeron un extraño sonido que me transportó al verano de 1998, cuando la playa en la que estaba se llenaba de familiares correteando por la orilla. Me abrazó y con los ojos inundados de reproches me dijo con dificultad:
_ Por fin has vuelto_ estaba sola, todos habían fallecido en aquel terrible accidente de avión, solo vivíamos nosotros dos.