23 de agosto de 2010

¿Hay alguien más allá de mi cuarto?

En la soledad de mi cuarto,
compañera fiel que no requiere llamada, ni reclamo, ni palmadas, sólo busca tu llanto desconsolado y un golpe y un grito.
Y en la soledad de mi cuarto
sin saber si hay más vida tras mis paredes, tras mis poros, tras mi mente. Delicioso sabor a polvo.
Y el móvil con su voz rota tras siglos de abandono, tras años de exílios en el fondo de un cajón; ya no tiene timbre, se le ha olvidado como se usaba.
El tedio se ha instalado en mi reflejo, joven anciano de ojos exacerbados, y temo que no quiera abandonarme.
Los cuadros me miran y se ríen, se ríen de mi como si les pareciera gracioso mi situación, mi angustia.
No hizo falta llamarla, vino sola, se instaló y no dejó que me marchara.

18 de agosto de 2010

La Desesperación de José de Espronceda

La Desesperación



[...]



Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.


Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier.


Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.


La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!

12 de agosto de 2010

Hoy vuelvo...

Hoy vuelvo a estar inquieto, a moverme del sofá al ordenador y de este al patio. Hoy vuelvo a mendigar un poco de sueño, y es que por mucho que me diga (a mi mismo) que he actuado para más personas y en un escenario mucho más grande no logro tranquilizar mis nervios. En estos momentos me arrepiento de haber aceptado la propuesta... pero en las anteriores también me arrepentí y siempre reincido. Un amigo me dijo que eso se debe a que la pasión por algo gana la batalla a la vergüenza o la timidez y creo que tiene razón.

8 de agosto de 2010

Lily (Reeditado)

El sacerdote totalmente agotado sujetaba la calderilla casi vacía a la vez que gritaba una y otra vez palabras en latín inteligibles para los familiares de la joven Lily.
La pequeña de aspecto angelical levitaba sobre la cama, los pronunciados rizos casi blancos brincaban sin parar; se hubiera escapado por la ventana (que dejaron abierta para que la pequeña no prendiera en llamas) si no fuese por las cuatro esposas, que su padre, el Sheriff, había guardado desde que descubrieron cuatro meses atrás la nueva diversión de Lily, que la mantenían sujetada a la cama.
-Padre me hace cosquillas- la pequeña soltó una carcajada que produjo el llanto desconsolado de la madre- otra vez, otra vez- la voz era demasiado varonil aunque desmesuradamente inocente.
En tan solo un instante cambió la expresión, sus rasgos juveniles dejaron paso a unas facciones completamente horribles, aquella cara se semejaba más a una anciana de unos ochenta y pocos:
- Te veré pronto- la voz erizó a todos los que observan la escena y el llanto de la madre venció todos los sonidos que entraban en la estancia.
- ¡Vuelve al infierno!- el sacerdote vociferó mientras vertía el resto del agua bendita y entraba el aire frío por la nevada.
-Lo dice como si fuese algo malo- la joven anciana volvió a la voz inocente aunque ronca- ¡Tengo sed!- terminó la frase en seco- ¿Alguien me trae un gato?- la ultima palabra la dijo como si de una orden se tratase, no paró de reír hasta que el sacerdote la miró inquisitoriamente-Vale, vale-la carcajada fue más profunda que las anteriores.
El sacerdote le puso la mano en la arrugada frente y gritando- ¡Sal de su cuerpo!- cayeron los dos haciendo una espiral y el joven corazón de la pequeña hizo un extraño silbido, los ojos buscaron a su madre, cuando la encontró se miraron con ternura y la pequeña, como si la llama de una vela se tratase, se fue apagando poco a poco hasta que la vida le abandono escapando por la ventana.
La mujer de unos treinta y cinco años veía impotente como su hija pequeña exhalaba, todo se volvió gris a sus ojos, los gritos de su marido solo eran ecos y cayendo de rodillas al lado de Lily perdió el conocimiento.
*******
En ese momento abrió los párpados asustada, todo había sido un sueño. Cogiendo la bata rosa y las zapatillas del mismo color, se encaminó por el pasillo entre penumbras hasta llegar a la habitación de Lily. La niña no estaba, todo lo que alcanzó a ver fue el pequeño oso de peluche beige a los pies de la cama. Lo asió con la mano izquierda y se lo llevó a la boca, olía a suavizante...