23 de abril de 2015

Pero de eso no se puede vivir.

La obsesión por llegar a la meta marcada nos produce un estrés enorme que hace, a su vez, que creemos un patrón de realidad inexistente. Este patrón lo pasamos a la siguiente generación, frustrando a los brotes sociales.

Un padre, creyendo hacer un favor (no creo que nadie sea tan sádico como para putear a su hijo por diversión) niega al crío que su sueño sea una meta factible. Todos hemos oido eso de "pero de eso no se puede vivir" y es cierto que los caminos faciles nos llevan hacia la meta más cercana y  libre de obstáculos. Pero ¿donde queda el disfrute del camino?

Imaginemos que una profesora, te pide que confecciones un currículum. Con poca experiencia y mucha imaginación viertes en la hoja presidida por tu foto todos y cada uno de tus sueños. Algún que otro compañero, esos que todos hemos tenido, los mismos que decian ser maduros (niños de 15 años), te tachan de infantil por tener imaginación. Este es el resultado de los padres que hablábamos.

Es muy desagradable que alguien al que admiras te de la primera patada a la autoestima, mas que nada porque de las otras te recuperas pero de esa, nunca.

Hablando de este tema con una amiga, me hizo ver la bombilla al final del tunel. "No importa la meta mientras estes camino a ella". Y es que da igual lo dificil que sea el objetivo siempre y cuando no te apartes de la senda que te ha de llevar a él.