11 de octubre de 2010

Un libro.

El reloj leía las doce y media de la noche y mis manos no podían despegarse de la pasta de aquel libro que se oponía entre mi consciencia y los blandos brazos de Morfeo. Tras la ventana, la lluvia arrastraba calle abajo todo lo que obstaculizaba su camino hasta el alcantarillado que formaba grandes pasadizos bajo la ciudad.
La luz de un rayo iluminó las páginas del libro que mantenía en jaque mis nervios un párrafo tras otro. Relamía cada frase con una tranquilidad impaciente que dejaba un sabor dulzón entre mis dientes, sílaba a sílaba pronunciaba como si estuviera interpretando el papel de mi vida y es que cuando leo en voz alta mi voz inunda la habitación transportándome a la realidad impresa en sus hojas. Un punto y aparte a pie de página hizo que mis ojos se desviaran hasta la ventana, las lágrimas destiladas seguían cayendo pero esta vez con una fuerza inusual.

Siempre dije que un libro se puede semejar a una amigo; cuando lo conoces puede caerte bien o desear que vuestras vidas no coincidan nunca más, puede que con un mortal entre los raíles del tiempo hagan que nuestra decepción realice acto de presencia en escena o que nuestro cariño hacia él sea mas abundante.
Se podría decir que este es uno de esos de los que no quieres sepárate porque sus anécdotas sacan lo mejor y a la vez lo peor de nosotros.

Volví a abrir el libro para reencontrarme con mi impaciencia, que había dejado presa entre cadenas de estructuras sintácticas.
Una hoja me separaba del final de la historia por lo que mis nervios tensaban poco a poco hasta llegar a parecer barras de metal incandescentes, la última frase recobró vida entre los huecos que dejaban mis neuronas y con una danza rítmica desaparecía por mis labios.

-Espero que la encuentres amigo.

Cerrando el libro apoyé la cabeza sobre el regazo del dios Sueño y con una sonrisa en los labios me dejé llevar entre nubes de azúcar y ríos de crema de leche surcados por una pequeña embarcación de galleta y chocolate.

2 comentarios:

Alexander Camelot dijo...

"Cuando la vida no te sea fácil, recuerda siempre esto. . . Que sepas, en tu corazón, que hay otros que nunca te olvidan. Que siempre encuentres un arco iris después de una tormenta. Que celebres las cosas maravillosas que hay en ti. Y cuando llegue el mañana, que puedas comenzar de nuevo. Que recuerdes cuántas sonrisas pueden llenar un día. Que creas que tus anhelos serán una realidad. Que encuentres tiempo para apreciar la vida y tiempo para compartir tu belleza espiritual. Que veas tu presente como un regalo, y tu futuro como otro más. Que agregues una página dorada al diario de cada nuevo día, y que puedas convertir "La felicidad eterna" en eterna felicidad. Y que siempre sigas sembrando las semillas de tu sueños. Porque si sigues creyendo en ellos, tus sueños seguirán tratando de florecer en ti."

FELIZ SEMANA!

Un abrazo y mi amistad

Alexander♥

María dijo...

A veces pasa noches así, prendido de las páginas de un libro, que te transporta, zarandea y remueve hasta que al caer la última frase, comprendemos que era inevitable no parar hasta que cayera el telón.
Un abrazo de un lectora impenitente.