22 de diciembre de 2009

Gracias desde la lejanía.


Cuando llegan estas fechas mis recuerdos se alertan y salen a la luz con una vertiginosa a la vez que cruel puntería, no tengo otra solución que sumergirme entre las páginas de un buen libro. Hoy después de estar un buen rato sujetando el quicio de la puerta, mientras miraba mis libros, uno de ellos me susurró; sus palabras eran inteligible para mis oídos pero cumplió su propósito, llamar mi atención.
Mis dedos rozaron el lomo a la vez que leía en voz alta - HUIR DE LOS DOMINGOS - un libro de poesía.
Abrí el libro al azar, un poemario no se debe leer de principio a fin o por lo menos eso pienso. Pero parece que a este le gusta llevarme la contraria, ya que lo abrí (o se abrió) por la poesía que da nombre al libro, la primera.

Para huir de los domingos
me haré cómplice del viernes.
Sanaré las palabras enfermas
de cobardes silencios de lunes.


Una palabra se quedó grabada en mi memoria y la decía una y otra vez- Sanaré,sanaré, sanaré...


Pintaré las paredes de tu alma
con colores de verano
deseados, inventados todos
para huir del invierno.


Huiré del abismo a mis pies,
escondiendo mis temores de vísperas,
sin llegar al cruel recordatorio
de la caducidad de mis días.


El último verso me pareció rotundo, capaz de despertar a los pájaros que duermen en las ramas del árbol de esa memoria que sigue clavándome las cuchillas que he guardado ridículamente con el paso de los años.


No, no sera hoy cuando comience mi declive, no, hoy no.
El libro se ha convertido en una parte fundamental de mi mesa de noche, junto a la llave que abre el cajón donde he apresado la artillería que mis recuerdos intentaban usar contra mi cordura, pero he salido victorioso y aunque solo sea momentáneo mi liderazgo, seguiré luchando.

1 comentario:

Rosario Troncoso dijo...

Escribes de maravilla. Lo sabes.
Sigue creyendo en ti, en tu sueño.
Un beso.